El Papel de la Mujer

Las mujeres de los canteros eran las encargadas de hacerle el cesto a sus maridos, tal y como habían visto hacer a sus madres.

El cesto se tenía que preparar muy temprano pues a las 10,00 tenía que estar ya en el lugar donde lo recogía el arriero.

El cesto contenía un puchero de barro con su tapadera o bien una fiambrera de hierro con cierres metálicos con la comida principal, como migas, arroz, fritá,… Muchos caldos no se le podían mandar pues con el vaivén del coche se desparramaban aunque se pusieran con servilletas. Tenían unas servilletas muy espesas en las cuales se liaba el puchero para mantenerlo caliente y con otra servilleta más, se le echaba dos nudos para que no se le abriera la tapa. También se solía poner paja debajo, para amortiguar los golpes del camino Tampoco podía faltar la fruta, el embutido, el pan y una botella de vino, además de los cubiertos, que más de una vez se olvidaban.

Lo normal era guardar la mejor comida para enviársela en los cestos al padre de familia (cantero), ya que realizaba durante todo el día un gran esfuerzo físico y éste a su vez guardaba lo que le sobraba para después dárselo a sus hijos.

Existía cierto agravio comparativo con otras localidades, así, era común entre las mujeres de canteros del pueblo vecino de Laroya, criticar a las de Macael, por considerarlas “unas flojas”; ya que mientras ellas se deslomaban en el campo, las macaeleras andaban todo el día en sus casas esperando a que llegara el marido con la paga.

En los hogares en los que había más necesidad las mujeres iban a los talleres a amolar. Cuando regresaban venían cubiertas de polvo blanco y con las uñas desgastadas, ya que amolaban con piedra de asperón y agua.

Las mujeres no subían a las canteras. La excepción era el día de San Marcos. Ese día que era laborable para los cantareros, sus familias subían, muchas de ellas con los arrieros, para poder montar a los más pequeños en los burros para merendar con los canteros.

San Marcos

Otra tarea en la que poco a poco se fue incorporando la mujer fueron las labores administrativas en los talleres de mármol, aunque no empezó a generalizarse hasta bien entrado los años 70.

Un rasgo muy característico era la angustia diaria de las mujeres cuando sus familiares partían a la cantera, por la peligrosidad y la abundancia de accidentes.

Angustia que paliaban, de alguna forma, pidiendo protección a la Virgen del Rosario. El día de la Virgen muchas mujeres hacían promesas y acudían descalzas, desfilando delante de ella. Tradición que ha pervivido hasta nuestros días.

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